Al norte de la Comunidad de Madrid, carreteras plagadas de curvas invitan a realizar la denominada ruta de la cuenca del Jarama, un itinerario de 150 kilómetros que transcurre por enclaves tan atractivos como Torrelaguna, el embalse de El Atazar, Patones de Arriba o Talamanca de Jarama.
Si por algo se caracteriza la geografía española es por las infinitas posibilidades que ofrece a los amantes de las dos ruedas. En esta ocasión, desde Senassur, especialistas en seguros de moto y quad para corredores y mediadores, te proponemos descubrir en moto la madrileña cuenca del Jarama.
Ciertamente, realizar viajes de largo de recorrido en moto, algunos de ellos incluso fuera de nuestras fronteras, supone una experiencia inolvidable, ya que permiten descubrir nuevos parajes y culturas. Pero, de cara a aquellos motoristas “devoradores” de kilómetros que no dispongan del tiempo o el presupuesto necesario para abordar empresas de tal calibre, España posibilita llevar a cabo rutas de lo más sugerente sin salir de la misma comunidad autónoma.
En el caso de la madrileña, una de las muchas rutas que facilita conocer su rico y vasto patrimonio es la que transcurre por la cuenca del Jarama, río que nace a borbotones en la sierra del Rincón (Reserva de la Biosfera) y en cuya fértil vega, repleta de carreteras de curvas, se encuentran lugares de imprescindible visita como el embalse de El Atazar, la pionera presa de El Pontón de la Oliva, la pintoresca población de Patones de Arriba o las no menos históricas de Torrelaguna y Talamanca de Jarama. ¡Arrancamos!
Rumbo a La Cabrera en la cuenca del Jarama
Partiendo de Madrid capital, el primer tramo de la ruta es bastante cómodo, puesto que transcurre por la autovía del Norte (A-1) hasta la salida 57 que conduce a La Cabrera. Y aunque la población, caracterizada por el paisaje berroqueño de la sierra del mismo nombre, está alejada del Jarama, la misma puede considerarse un “balcón” a la cuenca del río objeto de la presente ruta, así como un punto de descanso para estirar las piernas, reponer fuerzas y visitar algunos de sus principales reclamos.
Municipio propicio para relajarse y “desconectar” de los quehaceres cotidianos, La Cabrera guarda tesoros como la pequeña iglesia de la Inmaculada Concepción, un bien conservado potro de herrar caballerías, el convento de San Antonio (siglo XI), la necrópolis cristiano-medieval de la Tumba del Moro, el Centro Comarcal de las Humanidades Cardenal Gonzaga, etc.
Torrelaguna
Tras la visita a La Cabrera, el siguiente destino de la ruta de la cuenca del Jarama es Torrelaguna, a 11 kilómetros de distancia. Para llegar a dicha población, se ha de tomar la carretera M-124, en cuyo primer tramo, debido a una sucesión de curvas peligrosas durante cinco kilómetros, se deben extremar las precauciones, sobre todo los motoristas menos experimentados.
La M-124 enlaza con la N-320, primero, y la M-102, después. Durante el recorrido, es muy recomendable realizar una parada para fotografiar la central hidroeléctrica de Santa Lucía, iniciativa del Canal de Isabel II para generar electricidad en la zona a principios del siglo XX. La denominada sala de máquinas, ubicada a pie de carretera, posee un diseño con influencias secesionistas y “art déco”.
Ya en Torrelaguna, cuna del Cardenal Cisneros y Santa María de la Cabeza, la visita a la villa ha de comenzar por la plaza Mayor, en la que se encuentran el antiguo pósito convertido en ayuntamiento (1514), la iglesia de Santa María Magdalena (siglos XV-XVII), el conjunto del convento y la abadía de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas Descalzas (1560) y la cruz en homenaje al Cardenal Gonzalo Jiménez de Cisneros (1802).
En su transitar por la localidad, el motorista también podrá admirar los palacios de Salinas (siglo XVI) y de Arteaga (XVII), las casas solariegas de la plaza de la Montera (XVII y XVIII), el arco de San Bartolomé (principios del siglo XX), etc.
Si la visita a Torrelaguna coincide con la hora de almorzar, en sus restaurantes es posible degustar, entre otras exquisiteces gastronómicas, asados de cordero, cabrito y cochinillo, así como chuletón y solomillo de la sierra y carne de caza.
Embalse de El Atazar
De nuevo sobre la moto, la ruta de la cuenca del Jarama continúa a través de un bucle muy atractivo. El mismo se inicia en la M-131, carretera que enlaza con la M-133. En dicho tramo se suceden las curvas peligrosas durante 15 kilómetros, a los que sigue una pronunciada pendiente antes de llegar a El Atazar. Una vez más, conviene conducir con prudencia.
A lo largo del itinerario es posible contemplar la atalaya de Arrebatacapas, construida por los musulmanes hacia el año 950, y el embalse de El Atazar. Este último, el mayor de la región e inaugurado en 1972, esconde bajo sus aguas algunas de las mejores tierras del municipio, el antiguo molino sobre el río Riato y la carretera que unía el pueblo con Cervera de Buitrago. Además, es conocido como el “mar” de Madrid, ya que en él pueden practicarse deportes náuticos.
El Pontón de la Oliva
Después de El Atazar, las carreteras locales M-133 y M-134, plagadas de curvas, conducen a Patones de Arriba. Antes, resulta conveniente hacer una parada en la histórica presa de El Pontón de la Oliva, situada unos metros arriba donde el río Lozoya vierte sus aguas al Jarama.
Primera instalación del Canal de Isabel II para satisfacer la cada vez más creciente demanda de agua de la ciudad de Madrid, el proyecto de El Pontón de la Oliva se puso en marcha en 1849, aunque su construcción no se inició hasta dos años después. Para tal fin, se movilizaron 1.500 presidiarios y un contingente de 200 obreros. El 24 de junio de 1858, la reina Isabel II inauguró el conducto que unía la presa con la entonces denominada carrera de San Bernardo.
Patones de Arriba
Ya en plena vega del río Jarama, dejado atrás El Pontón de la Oliva y una sucesión de curvas, aparece Patones de Abajo, hermano “pobre” del afamado Patones de Arriba, al que se llega por la serpenteante carretera M-912, en la que se encuentra otra de las construcciones emblemáticas del Canal de Isabel II: el sifón de Patones.
Asentado en una cortadura del cerro de Las Calerizas, Patones de Arriba deslumbra al visitante por su entramado de empinadas calles y viviendas de pizarra, lo cual convierte a este pequeño pueblo en una de las muestras de arquitectura negra más representativas de la Comunidad de Madrid.
En la actualidad, Patones de Arriba se ha convertido en uno de los enclaves preferidos de los “capitalinos” debido a su singularidad e interesante oferta gastronómica. Quienes deseen visitarlo en una atmósfera tranquila, mejor que lo hagan de lunes a viernes.
Torremocha de Jarama
De regreso a Patones de Abajo por un tramo de curvas de 1,8 kilómetros, la ruta pone rumbo a Torremocha de Jarama por la más tranquila M-102. Rodeada de cereal, viñedos y olivares y salpicada por las huertas que riega el Jarama, la citada localidad destaca por sus viviendas tradicionales de mampostería, adobe y tejas árabes.
Además, en este pequeño municipio es imprescindible visitar la iglesia de San Pedro Apóstol (siglo XVI), el Museo de la Agricultura y, ya en las afueras, el puente metálico que cruza el Jarama a la sombra de la vecina Uceda.
Talamanca de Jarama
Continuando por la M-102, el bucle se cierra en Torrelaguna, donde se han de tomar las carreteras M-131, N-320 y M-103 para llegar a Talamanca de Jarama, cuya puerta de la Tostonera recuerda su pasado amurallado como enclave estratégico para defender la línea que unía Toledo con Zaragoza. Desde la Tostonera, una pequeña cuesta permite acceder a la plaza de la Constitución, en la que se levanta el ábside de los Milagros, venerable resto de una iglesia del siglo XIII y único ejemplo de arquitectura mudéjar en la región.
Aquellos que deseen conocer más en profundidad el patrimonio de la población, también han de visitar el voluminoso edificio de La Cartuja (siglo XVII), la bodega del Arrabal (XVIII), la iglesia de San Juan Bautista (XIII) o las antiguas caballerizas del duque de Osuna (XVIII), sede del actual ayuntamiento.
El Espartal y El Vellón
La ruta va tocando a su fin. Deshaciendo el camino, las carreteras M-103, N-320 y M-122, esta última con una serie de curvas peligrosas durante 1,1 kilómetros, conducen hasta la pedanía de El Espartal, antesala de El Vellón, donde quedan interesantes muestras de arquitectura rural de piedra.
En total, la ruta de la cuenca del Jarama posee un recorrido de 150 kilómetros, longitud que, por el interés de los puntos que atraviesa, aconseja realizarla en dos jornadas, tiempo suficiente para disfrutar de los paisajes, las poblaciones, el legado cultural y la gastronomía del norte de Madrid a través de carreteras serpenteantes. Precaución y… ¡buenas curvas!
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